Para 2030 el panorama político mundial se verá muy distinto al que existe actualmente. No habrá una hegemonía, sino un puñado de países como Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, India y Japón que serán los pioneros del mundo.
El poder se distribuirá más ampliamente a través de las redes no estatales y las grandes ciudades ejercerán una influencia cada vez mayor.
Algunos estudiosos pronosticaron la decadencia y desaparición de los Estados nación para dar origen a otras potencias mundiales como China, Japón, Alemania, India y, en menor medida y Rusia que registraron los mayores niveles de PIB en 2015.
Si se ajustan por índice de poder adquisitivo, China supera a los EE. UU, y Rusia también se desplaza hacia arriba en una mejor clasificación. Es probable que estos países sigan siendo los mejores en 2030, junto con Brasil (si consigue poner las cosas en orden), Canadá, Francia, Italia, México, Indonesia y otros.
Salvo un desmoronamiento espectacular de los mercados mundiales o un conflicto armado catastrófico (ambos ahora más factibles a raíz del triunfo de Donald Trump), continuarán trazando el rumbo de los asuntos internacionales.
Sin duda, los Estados nación no son las únicas formas de organización política y económica. Actualmente ya están cediendo soberanía a nuevas configuraciones de gobierno, poder e influencia.
Las grandes áreas metropolitanas compiten cada vez más con los Estados nación en peso político y económico, como es el caso de la ciudad de México, que agrupa a unos 100 000 policías, una fuerza mayor que las agencias nacionales de orden público de 115 países.
Muchas ciudades están ideando rápidamente asociaciones transfronterizas e integrando el transporte, las telecomunicaciones y la infraestructura relacionada con la energía. Los ciudadanos expresan nuevas formas de pertenencia que abarcan los ámbitos digital y físico, y desafían las nociones tradicionales de identidad nacional.
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