El martes 8 de noviembre de 2016, miles de personas en Estados Unidos y alrededor del mundo miraban con incredulidad cómo Donald Trump se levantaba con el triunfo en las elecciones presidenciales.
Trump había ganado con una campaña polarizante y controvertida, marcada por un discurso antiinmigrante; a pesar de lo que decían la mayoría de los analistas y las encuestas.
En octubre, por ejemplo, una medición de ABC News, indicaba que la candidata demócrata Hillary Clinton tenía una ventaja de 12 puntos porcentuales (50% a 38%) sobre el republicano.
En noviembre de ese año, a sólo unas horas de las elecciones, una encuesta elaborada por Reuters e Ipsos indicaba que Clinton tenía 90% de posibilidades de ganar.
La encuesta señalaba que Clinton tenía una ventaja de 45% sobre el 42% de Trump en el voto popular y que podía ganar 303 votos en el Colegio Electoral, contra los 235 de Trump.
Al final, Trump obtuvo 46.1% del voto popular (el republicano más votado en la historia), detrás del 48% de Clinton; pero el consiguió 270 votos del Colegio Electoral.
Después de que Estados Unidos repitiera lo ocurrido con el Brexit (el resultado opuesto a las proyecciones), comenzó a hablarse de una crisis en las encuestas.
En opinión de encuestadores, el término crisis resultaba exagerado, pero la propia American Association for Public Opinion Research integró un comité para estudiar los resultados erróneos de muchas de las encuestas publicadas.