Ricardo Pablo Pedro nació en Tuxtepec, una comunidad oaxaqueña en la que existe una regla: “naces pobre y mueres pobre”; pero él se rehusó a que ese fuera su destino.
A sus 26 años, Ricardo está cerca de concluir su doctorado en Química Teórica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la universidad que en los últimos seis años se ha ubicado como la mejor del mundo, según el ranking de la firma QS.
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Por su trayectoria escolar, el joven de Oaxaca fue reconocido con el Premio Nacional de la Juventud 2017 en la distinción Logro Académico.
En su discurso al recibir el reconocimiento, el joven habló de los años de esfuerzo para llegar al MIT:
“De niño vendí limones, aguacates en la mina. Mi mamá fregaba pisos para mantener a mis seis hermanos”.
Para continuar sus estudios, se mudó a la Ciudad de México para asistir a la UNAM, institución en la que recibió el apoyo de sus compañeros para encontrar alojamiento, pero para complementar sus gastos, vendía dulces entre clases.
Además de las dificultades económicas, Ricardo ha enfrentado discriminación por venir de una comunidad zapoteca y calzar huaraches.
“Me han dicho ‘indio huarachudo’. Yo les contesto que mis huaraches son el ejemplo de que ir de un lado a otro es llevar tus raíces de aquí para allá”.
Desde que estudiaba en la UNAM, él deseaba cursar un posgrado en el extranjero y lo consiguió mediante una beca del Conacyt, pero cuando su buen desempeño académico le permitió acceder a estímulos económicos por parte del MIT, renunció al primer apoyo para que esos recursos pudieran beneficiar a otro mexicano.
En el MIT, Ricardo trabaja en una investigación de copolímeros en bloque cuyo fin es que los procesadores de las computadoras sean más rápidos y poderosos, así que los ordenadores que usemos en el futuro podrían tener tecnología hecha por mexicanos.
Ricardo está convencido de que “los jóvenes podemos cambiar el rumbo de México y que los sueños sí se pueden cumplir”, expresó.