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¿Por qué la cerveza sabe tan mal cuando la tomamos a bordo de un avión?

Hagamos a un lado las noticias de negocios, startups y tecnología por un segundo y ocupémonos de una incógnita que, sin duda muchos han intentado responder sin éxito: ¿qué empeora el sabor tan característico de la cerveza cuando la tomamos durante un vuelo?

Como todo, la respuesta se encuentra en la ciencia, pero no sólo la de la aeronáutica, sino también en la anatomía.

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Quien haya viajado alguna vez en un avión, probablemente sabe que el vino, los licores y la cerveza que sirven a bordo saben raros, como aguados, como si ‘algo’ se les hubiera arrebatado antes de despegar.

Según un estudio realizado por físicos del Instituto Fraunhofer de Alemania, al volar perdemos hasta un 30% del sentido del gusto, lo que podría explicar la extraña sensación que nos hace pensar que la cerveza que bebemos a 10 mil pies de altura sabe diferente.

Similar a cuando perdemos parte de este sentido al contraer una gripa, el aire dentro de un avión suele cargar menos partículas de olor, lo que provoca que las cosas sepan menos que cuando las consumimos en tierra.

Ese mismo estudio (que, por cierto fue encargado por la aerolínea germana Lufthansa), revela que el ruido de los motores de la aeronave también interfieren con nuestra capacidad de experimentar sabores. Esto debido a que la vibración continua dentro de un avión en pleno vuelo interfiere con la cuerda del tímpano, nervio que, a pesar de encontrarse parcialmente dentro de nuestro oído, regula nuestra capacidad de saborear.

¿Qué hacer entonces si uno quiere borrarse los nervios de volar con un buen trago de tu cerveza favorita? Quizá taparse los oídos con tapones ayude, pero ‘allá arriba’ poco puede hacerse para revertir esta situación.

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